Acabo de conocer a un hombre maravilloso, es de ficción, pero no se puede tener todo... (Cecilia, La rosa púrpura del Cairo)

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Mitos del origen: El hombre que mató a Liberty Valance


Año 1962
País: Estados Unidos
Duración: 123
Dirección: John Ford
Guión: James Warner Bellah y Willis Goldbeck (basado en la historia de Dorothy M. Jonson)
Reparto: James Stewart, John Wayne, Lee Marvin, Vera Miles.

John Ford siempre ha sido un director controvertido. Por suerte parece que los sectores de la crítica que cuestionaban el valor de su obra desde criterios casi siempre ideológicos han ido quedando arrinconados con el tiempo. Si bien despreciar la obra de este director por su presunto conservadurismo me parece una actitud tan ilegítima y corta de miras, como cualquier pensamiento moralista totalitario, que no merecería siquiera consideración; creo que cabe decir que parte de una comprensión muy superficial e incompleta de la filmografía de Ford. No es fácil comprender su pensamiento siempre paradójico como se refleja en su forma de jugar con su imagen pública pero, sobre todo, en sus obras. Para quienes le acusan de racismo está Sargento Negro, para quienes le acusan de machismo está el interminable desfile de heroínas valientes, inteligentes y resueltas que podemos apreciar en sus películas, para quienes reducen su cine a un mero entretenimiento en tanto que cine de acción sólo puedo decir que sus películas son de las primeras que elevan al cine a la profundidad del gran arte y las ideas que las fundamentan llevan a cuestionamientos análogos a los de las tradiciones de la épica y la tragedia griegas como trataré de mostrar aquí .

Gran parte de estas críticas provienen de Europa por lo que adolecen de cierta parcialidad. Si bien se considera la cultura occidental como un todo hay una gran diferencia entre Estados Unidos de finales del XIX y la Europa contemporánea, especialmente en lo tocante a la consideración del concepto de nación y sus implicaciones, que hacen difícil clasificar el western en el imaginario europeo. Donde nosotros vemos (paradójicamente considerando nuestra historia) la masacre de un pueblo inocente muchos americanos veían la realización de su destino manifiesto (nombre que se le dio a la doctrina política que justificaba la conquista), un destino que consistía en la expansión de una cultura frente al salvajismo, un destino a cuya realización se sacrificaban muchas vidas. Como toda historia de civilización que conquista lo salvaje, la del oeste está llena de historias épicas y de personajes que se funden con lo legendario, que vencen a los enemigos y a los elementos, asesinos con cifras hiperbólicas de víctimas, travesías por el desierto, … En resumidas cuentas, el oeste es un mito, su verdad es aún discernible históricamente dado lo reciente de esta época pero, aunque la historia muestre una serie de hechos inmorales y brutales, el mito siempre sigue mostrando su faceta fascinante.

Es aquí donde entra en juego el arte. El western es una elaboración del mito, una elaboración artística y el valor que pueda conservar todo mito como tal está en esa clase de manifestaciones. Los mitos dionisíacos no tienen un valor religioso o vinculante para nosotros pero si tiene un gran valor Las Bacantes de Eurípides, por ejemplo, y también lo tiene Dionisos como símbolo (hoy en día tiene mucha vigencia de las formas más variopintas). Es éste uno de los sentidos en los que El hombre que mató a Liberty Valance entronca con la tragedia griega. Lo interesante en concreto (como elaboración particular del universo mítico del western que es) es ver qué es lo que, dentro de ese mito del lejano oeste, defiende Ford y cómo lo defiende.

La película cuenta la historia de Ransom Stoddard (James Stewart) un senador que vuelve a un pueblo llamado Shinbone al funeral de un amigo, a raíz de la pregunta de un periodista tiene lugar un flashback. Comienza con su primera llegada al pueblo tras haber sido atracado. Stoddard es una persona pacífica y civilizada, se niega a llevar armas y confía siempre en la ley. Desgraciadamente para él va a parar a un pueblo atemorizado por Liberty Valance (Lee Marvin). En el pueblo Stoddard conoce también a Hallie (Vera Miles) y a un ranchero llamado Tom Doniphon (John Wayne) muy diferente a él pero con firmes convicciones morales. Con éste mantendrá una tensa amistad. Una vez en el pueblo, Valance se dedica a hostigar al abogado hasta que, harto, acepta un duelo con el forajido. Stoddard vence el duelo milagrosamente a pesar de no haber empuñado jamás un arma. En ese momento se convierte en un héroe, lanzando así su carrera política. Pero Doniphon le revelará que fue en realidad él, escondido en las sombras, el hombre que mató a Liberty Valance.

Dentro de esta trama lo que Ford defiende está encarnado en Stoddard. El personaje de James Stewart es el verdadero triunfador de la película y a través de él Ford apuesta por la civilización en el sentido más elevado que se le pueda dar al término. Stoddard es honrado, recto, pacífico y racional, en la película (a pesar de ser el relato de su fraude inicial) se le muestra como la persona que cualquiera elegiría para senador y no podemos decir que su cargo sea injusto. El héroe, sin embargo, es realmente Doniphon, el personaje que lleva a cabo la hazaña y que como el “héroe” de cualquier epopeya desde el Éxodo hasta El señor de los anillos queda privado del disfrute de la obra de su vida que, sin embargo, lega a la posteridad. Doniphon es aún más heroico porque cede voluntariamente su parte de gloria a otro que, por así decirlo, todos saben que la gestionará mejor. Este es el personaje que más conmueve. Así pues la apuesta de Ford es de nuevo paradójica, apuesta por la civilización, por la no violencia, por lo contrario de lo que parecen defender sus historias. Sin embargo el héroe es un personaje violento y, muchas veces, brutal. Doniphon es un buen soldado que, una vez “pacificada” la tierra, cede el sitio al político, es el soldado que lucha por una causa justa y cuya tarea es únicamente el combate. Ford introduce así su fascinación por la violencia, una fascinación que tiene más que ver con reconocer el valor del soldado raso que con la gloria de las naciones, con la capacidad moral del ser humano por insignificante que sea, ante las situaciones extremas.

Sin embargo, a pesar de las analogías con la epopeya clásica, Ford relee el mito del oeste cada vez que se acerca a él y éste es uno de los casos más significativos. Calificado de western crepuscular por la fecha de su realización, por su ambiente y por sus personajes la película acomete una de las más profundas revisiones del mito civilizatorio. Es la civilización la que triunfa y la que debe triunfar pero a costa de un hecho sangriento. Es éste asesinato el que lanza la carrera de Stoddard y el que le convierte en un héroe. Al final de la película mientras Stoddard y su mujer se alejan de Shinbone en tren (un símbolo del progreso en los años que median entre la llegada de Stoddard y el funeral), el abogado le pide fuego a un revisor que se lo da diciéndole “no puedo negarle nada al hombre que mató a Liberty Valance” ante lo cual Stoddard hace un gesto de descontento. A pesar de su desagrado será siempre recordado por eso.

A partir de aquí, como en toda gran película, se abren muchas preguntas. ¿Qué significado tiene que nadie valore a Stoddard, un hombre valioso de por sí, hasta que se le atribuye un asesinato que ni siquiera ha cometido? ¿Trata Ford de dar a entender que la civilización sólo avanza con violencia? ¿O qué la mayoría de la gente no es capaz de apreciar a las personas valiosas (siendo esto lo que hace necesaria la violencia)? La obra de Ford se revela así profundamente misantrópica. Su mundo parece lleno de malos y sólo algunos buenos especialmente capaces pueden abrirse camino; eso sí, no será fácil. Al final persiste el bien, pero el bien nunca es puro, siempre queda cuestionado. No hay nada de ingenuo en Ford y aunque algunos moralistas de la democracia no quieran asumirlo es cierto que el sistema no facilita que el bueno o el válido triunfe de forma directa y clara; esa es su mayor falla. Ford reconduce así el mito del western y, a la vez que defiende la civilización como legado, revisa las raíces de su mito fundacional. Extrapolándolo, tal vez de forma excesiva, Ford muestra como la arrolladora civilización americana tiene los cimientos sangrientos.

Ésta idea no es nueva, ya en 1921 Walter Benjamín escribió en su escrito Para una crítica de la violencia que todo gobierno, toda institucionalización del poder se legitima desde un hecho violento. Desde un hecho que cambia las relaciones de poder sometiendo a algunos que estaban en el poder y encumbrando a otros que estaban hundidos. Las ramificaciones de esta idea se extendieron de múltiples formas y dieron pie a la crisis de las democracias que condujeron a la Segunda Guerra Mundial. Si bien 40 años después Ford no pretendía exaltar un gobierno totalitario ni darle un fundamento teórico la idea seguía requiriendo atención, pero la película de Ford parece llevar a otra cosa. El origen es mítico, es un periodo lleno de leyendas que expresan conflictos entre personas, clases, razas o pueblos; el origen de Stoddard es un fiasco en ese sentido. Sin embargo la película muestra a las claras la capacidad de Stoddard para llevar a cabo su tarea; esta última idea es la que, para mí, da la clave de la apuesta de Ford. A diferencia del caldo de cultivo que generó el auge del totalitarismo en el periodo de entreguerras Ford no está obsesionado por el origen. El ascenso de Stoddard está legitimado por su carácter y es su carácter lo que hace su origen problemático (aunque sea sólo para él). La paradoja y la falta de pureza son características humanas y Ford se centra en las personas y no en las ideas. Puede que algunas convicciones morales de los personajes se puedan cuestionar desde algunos puntos de vista pero veo poco totalitarismo en apostar por la capacidad individual de los seres humanos y por los hechos que la demuestran antes que por cualquier vínculo míticamente justificado como la raza, la nación,... Podríamos decir para concluir algo que la historia debería habernos enseñado ya: el origen puede ser superfluo, el camino no.

3 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con tu afirmacion de que Ford ha sido injustamente vapuleado desde posiciones ideologicamente cegatas.A la hora de valorar una obra de arte,lo que importa es esta y no la ideologia de quien la realizo.Quizas hoy en dia Miguel Angel hubiera votado al PP(Dios mio:espero que no) pero desde luego eso no restaria ningun merito a sus creaciones.Algo similar ocurrio con Borges,Celine y con el director de quien hoy te ocupas
    En cuanto a la pelicula es una maravilla
    Un abrazo

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  2. Volví a verla ayer y la vi casi roja. Stoddard pide educación, transportes, gasto social en definitiva. El negro es el que recita laa declaración de indepedencia (todos los hombres fuimos creados iguales). En el caso de Celine también hay cosas así. El problema es querer verlo todo desde un prisma político, así luego no le dan el nobel a Borges y a otros sí.

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  3. Tal como yo lo veo, la ceguera de la crítica con la que se ataca a Ford es equiparable a la de otro grande, contemporáneo nuestro, abocado a trabajos alimenticios en la primera parte de su carrera, que desempeñó con dignidad.
    Hoy Eastwood se atreve incluso con el fantástico (su última película, todavía inédita por estos lares) pero el camino que ha debido bregar este hombre ha sido de los de órdago.

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