Acabo de conocer a un hombre maravilloso, es de ficción, pero no se puede tener todo... (Cecilia, La rosa púrpura del Cairo)

martes, 5 de octubre de 2010

Cine español I: La etiqueta




El cine español lleva muchos años tratando de constituirse como una etiqueta comercial. La intención profunda de esto no es otra que la de obtener mejores réditos económicos y darse a conocer en el mundo entero. Esto se ha traducido en campañas, declaraciones de artistas y políticos, etcétera. La idea en si no tiene, aparentemente, nada de malo pero el fracaso de la estrategia es notable y patente. Cabe preguntarse por qué.

En primer lugar la etiqueta ya de por si es peligrosa. El uso de esta clase de llamadas conlleva siempre un nacionalismo encubierto. Cabe recordar un viejo anuncio en el cual Antonio Resines (emblema de la españolidad más tópica y rancia en los Serrano) discutía con su joven hijo que prefería la música y el cine americano al español. El hijo finalmente acababa pidiéndole a su padre un poco de jamón serrano algo que Resines considera contradictorio. Conclusión: Resines manda a su hijo a comer hamburguesas. El argumento de fondo es que uno debería ir a ver cine español porque lo español es lo. Este absurdo argumento siempre está detrás de cualquier campaña a favor de una industria nacional y en España, por razones históricas, es menos efectiva que en casi cualquier otro país.

Por otro lado las etiquetas no son siempre vacías, ni siquiera las nacionales. Uno comprende que se quiere decir con cine francés, cine japonés, incluso cine sueco o cine iraní. En este sentido la etiqueta cine español es más dudosa. Sobre todo porque nunca ha existido una corriente o escuela significativa dentro del mismo si soslayamos la españolada (de la cual los actuales responsables del cine producido en España dicen que quieren huir).

Pero ¿cómo se define a si mismo el cine español? A mi gusto y a diferencia de las anteriores la etiqueta carece de toda intención que no sea comercial y en este sentido trata de competir con el cine americano, y es ahí donde pierde claramente la partida. El cine español parece definirse contra la megaindustria americana y lo hace mediante dos claras estrategias: el enfrentamiento frontal o la vía de lo que podríamos llamar, con sus perpetradores, “lo nuestro”.

El enfrentamiento frontal es sin duda la peor de las estrategias. Si el enemigo es el cine americano (que parece limitarse a las superproducciones de Hollywood para los defensores del cine español) no tiene sentido tratar de competir en sus mismos términos. Superproducciones como Ágora de Alejandro Amenábar con actores americanos ampliamente financiadas por el estado demuestran que el resultado es igual de malo o aún peor porque tratan de ser además profundas convirtiéndose en panfletarias. A esto se añade la devoción que debemos sentir por actores como Penélope Cruz o Antonio Banderas (el caso de Javier Bardem es claramente distinto) que han decidido hacer carrera en Hollywood en películas como Asesinos, Spy Kids, Bandidas o Gothika representando allí el cine que combaten aquí; por no hablar de otras incursiones menores como las de Elsa Pataky o Paz Vega.

La búsqueda de lo nuestro puede parecer una mejor solución pero no lo es. En primer lugar porque comercialmente apenas deja un espacio que, sin embargo, tampoco es aprovechado. El por qué de esto último es la razón de fondo. Como decía antes pensar en cine francés o japonés nos puede remitir a una serie de clichés salidos de la imagen que nos hacemos de dichas naciones, sin embargo si han logrado hacerse un hueco comercial y cultural aunque sea marginal esto se debe a que en primer lugar se ha valorado la calidad artística. Esto produce un efecto curioso ya que el buen cine no recoge clichés, los crea. Asociamos a Francia imágenes salidas del cine de Godard, de Rohmer o incluso de Jean Renoir, Japón se puede ver representado en nuestra mente por los samuráis de Kurosawa o los cuentos fantásticos de Ozu pero las películas españolas reflejan clichés consolidados y, por consiguiente, ya anquilosados. Así parece que no hemos salido aún de la españolada aunque quizás la hayamos maquillado un poco.

Los problemas del cine español no se limitan a esto, el destino de los fondos públicos, el nepotismo unido al miedo de estas sagas familiares y grupos de amigos a perder el monopolio, así como la situación económica, imposibilitan la creación de una industria del cine en el estado español forzando a muchos técnicos y realizadores a emigrar. Sin embargo, creo que esto es fruto de la lógica que persigue a esta etiqueta y como estos grupos han intentado llenarla de contenido y hacerla operativa para intereses particulares y políticos.

2 comentarios:

  1. No puedo escribir con acentos, tengo un virus.
    Diagnostico acertado. El problema del cine cliché. En Agora, se enfrentan Hipatia de Alejandria, de la que no sabemos nada, pero no necesitamos saberlo para hacer cine (he de recordar que uno de los argumentos que esgrimen otros contra esta producción es la poca fiabilidad de las fuentes, pero no son indispensables, con lo que no vale eso de "es que Amenabar se lo ha inventado", y tanto que si, eso es lo que se hace en el cine), el problema es mas grave y trata de lo que si (con acento) sabemos. Lo que sabemos es que las matemáticas, en el momento de la Grecia helénica, estaban tan asociadas a los dioses como ahora los retales o imágenes de santos. Sin embargo, la separación de la verdad y la ficción en la película se dirime en términos tal que así:
    -Escena, Hipatia, defiende la verdad en conversación con un advenedizo de Cirilo de Alejandria, antiguo alumno suyo, antes de que a ella la maten.
    El: Podemos ponernos de acuerdo.
    Ella: No, la religión es el cultivo de las creencias, mi trabajo es cuestionarlas.
    Cosa que hizo que me levantara de la butaca. Una griega post-metafísica, pisando firme en suelo post-critico, pasa por encima de la revelación. Y después me dio la impresión que seria coherente que antes de morir se fumara un canuto de salim green (marihuana de categoría), con papel smoking de luxe. Claro, son clichés.

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  2. Sí Agora parece un debate entre los de la Sexta e intereconomía en Alejandría. Yo no sé si Hipatia era de las porreras o de las que fuman negro y no se depilan (que viene a ser el cliché fascista) pero la cosa se vuelve grotesca.

    El problema no es Gladiator o 300 el problema es inventarte la historia para fines actuales, en resumidas cuentas, manipular la verdad. Es algo bastante totalitario. Para eso haces Furia de Titanes y todos tan contentos.

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